Aquí hablamos constantemente de software libre, pero...¿de qué podría servirnos en la vida el desarrollo de software libre? ¿qué enseñanzas se han sacado de su desarrollo? Aquí os dejo un texto de Miquel Vidal, que ha participado en varios proyectos a nivel nacional e internacional para el fomento del software libre y la libertad en la tecnología, como
. Después de su lectura veréis que es posible sacar más de una enseñanza a la hora de relacionarse en organizaciones y grupos.
Cooperación sin mando: una introducción al software libre
Actualmente y gracias al proyecto en torno al kernel Linux, el prin-
cipal modelo de desarrollo del software libre es el “modelo bazar”. Fue
descrito por Eric S. Raymond en su ya clásico La catedral y el bazar
(1997) y sin duda constituye una aportación singular en este capitalismo
de fin de siglo. Raymond contrapone el modelo bazar a un modelo de
producción de software al que denominó “modelo catedral”, basado
en la necesidad de un arquitecto al mando de un staff rígidamente
estructurado y jerarquizado y el estricto control de errores previo a la
publicación. A juicio de Raymond, el modelo catedral no sólo corres-
ponde a la industria del software propietario, sino a algunos de los
grandes desarrollos libres que ha avalado la FSF (Free Software Fundation).
Según Raymond, el modelo bazar de programación se resume en
tres máximas: 1) liberar rápido y a menudo; 2) distribuir responsabili-
dades y tareas todo lo posible, y 3) ser abierto hasta la promiscuidad
para estimular al máximo la cooperación. Incluso cumpliendo esas
máximas, no siempre es posible el modelo bazar: sólo puede darse en
un entorno de libertad, cooperación, comunidad y disponiendo del
código abierto. El bazar encuentra dificultad para producir cooperación
cuando se empiezan proyectos desde cero o cuando se ensaya en grupos
reducidos demasiado heterogéneos o con mucho desnivel de conocimientos[...]
A juicio de Raymond, el modelo bazar es mucho más eficaz y pro-
duce un software de mayor calidad con menor gasto de recursos, lo que
por sí solo ya justificaría la aplicación masiva del modelo en la industria
del software. Sin dejar de reconocer esto, la gente que sigue los postula-
dos de la FSF, insiste en que la calidad del código libre ha sido un ele-
mento “extra” y no es la razón de ser del software libre, ya que más
importante que la potencia y la fiabilidad técnica es la libertad, el bien
social y la comunidad autogestionada de usuarios y desarrolladores a
que da lugar, sin precedentes en ningún otro ámbito, que por primera
vez lleva la iniciativa y el total control tecnológico sobre lo que usa.
En todo caso, con bazar o sin él y más allá de su demostrado éxito
a nivel organizativo y técnico, el software libre desafía la lógica intere-
sada y mercantilista que parecía definitivamente asentada en lo social.
Alguien podría objetar que los procesos de cooperación no son una
novedad en el capitalismo avanzado y que de hecho son parte impres-
cindible del modelo de organización posfordista. Pero este último
precisa cooperación sujetada, orientada únicamente a la extracción de
beneficio, en ningún caso autodeterminada. La novedad que introduce
el software libre es que pone en funcionamiento un modelo de coopera-
ción sin mando. No hay intereses empresariales directos, es general
intellect puro, ingobernable y libre del mando. Es más, la ausencia de
mando, de control corporativo o jerárquico, parece condición sine qua
non: allí donde reaparece el mando –sea en forma de interés propieta-
rio, sea en su variante autoritaria–, el modelo se marchita, se agosta y
acaba por desaparecer. Como el pájaro bobo (el pingüino), sólo puede
vivir en libertad. Nadie da órdenes, nadie acepta órdenes. Y sin embar-
go, la gente se coordina, se organiza, hay gurús, “líderes”, gente que
dirige proyectos: pero es autoridad conferida, no es mando. Funciona
una especie de “economía del regalo”, en la cual se es más apreciado
cuanto más se aporta a la comunidad. Nadie puede exigir, no hay garan-
tía, no hay dinero como estímulo para el trabajo, aunque haya gente
que cobre por su trabajo o gane dinero mediante Linux, pues ninguna
objeción hay en la comunidad para que los hackers puedan ser remu-
nerados por su trabajo. Todo este “bazar” caótico de listas y grupos dis-
persos de voluntarios por Internet produce el mejor software, complejí-
simo software cuyo desarrollo no está al alcance ni de la empresa más
poderosa del planeta. Porque la comunidad del software libre es ya la
empresa de software más poderosa del planeta.
La teoría de juegos
¿Cómo es esto posible? ¿Por qué ganan las estrategias altruistas a
las egoístas en el software libre? ¿Por qué la gente no trata simplemen-
te de extraer el máximo beneficio económico como enseña el capitalis-
mo? ¿Por qué los pragmáticos no se limitan a tratar de aprovecharse y
en la práctica cooperan como el que más (aunque ideológicamente no lo
reconozcan)?
Desde la propia comunidad del software libre ha habido intentos de
explicar estos fenómenos a través de la teoría de los juegos.18 Y cierta-
mente, el clásico dilema entre “bien colectivo” versus “actitud egoísta”
es superado por un axioma que recuerda vagamente al “dilema del pri-
sionero” de la teoría de juegos: la cooperación es preferible también
desde una perspectiva egoísta. Y, al igual que sucede en el dilema del
prisionero, esto no siempre es evidente de primeras. Inventado hace
medio siglo por especialistas de la teoría de juegos, el “dilema del pri-
sionero” se utilizó para estudiar el concepto de elección racional y para
ilustrar el conflicto existente entre beneficio individual y bien colecti-
En la teoría de juegos tradicional, la estrategia ganadora es la lla-
mada Tit for Tat (“donde las dan las toman”): “sólo coopero si el otro
coopera”. Es también la más simple, se comienza cooperando en la pri-
mera jugada y después simplemente se copia el movimiento previo del
otro jugador. Los teóricos de juegos consideran que Tit for Tat reúne dos
rasgos que identifican a las estrategias ganadoras y que juntas la hacen
ganar en todas las pruebas realizadas por ordenador contra estrategias
mucho más sofisticadas y mas “sucias” (egoísmo no cooperativo): es
amable y es clemente. Una estrategia amable es aquella que nunca es la pri-
mera en ser egoísta. Una estrategia clemente es la que puede vengarse
pero tiene mala memoria, es decir, tiende a pasar por alto antiguas ofen-
sas (se venga inmediatamente de un traidor o egoísta, pero después
olvida lo pasado). No se olvide que es amable en sentido técnico, no
moral, pues no perdona en absoluto. Tit for Tat tampoco es “envidiosa”,
que en la terminología de Robert Axelrod significa que no desean más
recompensa que los demás y se siente feliz si el otro tiene el mismo pre-
mio que uno mismo (de hecho Tit for Tat, nunca gana un juego, como
máximo empata con su oponente): en el software libre significa desear
que todos tengan las mismas libertades de que dispone uno mismo. Que
lo más eficaz sea ser amable y clemente parecía desafiar todo sentido
común y constituyó toda una sorpresa para los matemáticos, psicólo-
gos, economistas y biólogos que han estudiado a fondo las diversas
estrategias de la teoría de juegos. Esta conclusión, que abrió una
nueva dirección de análisis, se ha confirmado una vez tras otra en los
estudios y torneos organizados[...]
De acuerdo a la teoría de juegos, los individuos del Tit for Tat, coo-
perando entre sí en acogedores y pequeños enclaves locales, pueden
prosperar hasta pasar de pequeñas agregaciones locales a grandes agre-
gaciones locales. Estas agregaciones pueden crecer tanto que se extien-
dan a otras áreas hasta entonces dominadas, numéricamente, por indi-
viduos egoístas que juegan al “Voy a lo mío”. A su vez, la cooperación
es un fenómeno que produce realimentación positiva: nadie que disfru-
te de los beneficios del software libre puede dejar de promover su uso.
Por eso la comunidad conserva cierto tono proselitista, además de por
una percepción más o menos generalizada de que la potencia y el futu-
ro del modelo depende muy directamente de que haya mucha gente
participando activamente en su desarrollo.
Sin embargo, el modelo Tit for Tat no caracteriza totalmente al
software libre, al menos no de una manera canónica. Por un lado, es
libre incluso para quienes no cooperan (esto le da valor ético, pero le
aleja del Tit for Tat). Por otro lado, aunque el copyleft permite que cual-
quiera se beneficie, no permite que nadie se lo apropie o que se use para
crear software propietario (esto le da valor pragmático y le aproxima al
Tit for Tat). La estrategia del software libre es “amable” y “clemente” a
la vez, pero –a diferencia del Tit for Tat– es capaz de asumir en su seno
estrategias egoístas sin necesidad de expulsarlas o vengarse de ellas
(salvo quizá en casos en que se percibe un verdadero peligro, como que
alguna empresa poderosa adoptase posiciones descaradamente egoístas
no cooperativas, por ejemplo vulnerando la GPL).
Junto a este planteamiento coexiste un acercamiento ético o altruis-
ta. Conviene no confundirlo con un altruismo de base moral, religiosa o
metafísica, sino de una ética materialista que considera la libertad y la
cooperación social el mejor modo de defender algo que es bueno para
todos y que encuentra otros estímulos diferentes al beneficio económi-
co. Dicho de otro modo, no se trata de una historia de “altruistas” y
“egoístas”, de “buenos” y “malos”, que como tantos otros dilemas
morales se han mostrado inoperantes por falsos: pero hay una cuestión
política de fondo muy importante que los diferencia claramente y es la
de si el software –y, en general, el saber humano– puede o no puede ser
privatizado. Mientras para el sector pragmático esto no es relevante,
para Stallman y quienes abogan por la visión ética esto es una cuestión
central e innegociable: el software, a diferencia de los bienes materiales,
no puede ser poseído, pues puede ser disfrutado por un número inde-
terminado de personas sin que por ello haya que privar a nadie de
tenerlo a su vez. Ese es el núcleo del dilema, de la diferencia, y el que
comporta acercamientos tan dispares al software libre.
La teoría de juegos funciona a nivel estadístico y se basa en estrate-
gias inconscientes de base algorítmica (las pueden ejecutar máquinas,
genes o seres humanos): no aplica pues criterios morales o finalistas ni
trata de dar cuenta de los casos particulares, ni de las motivaciones de
cada cual para cooperar o para ser egoísta, sino que nos ofrece algo más
sutil y valioso: la comprensión de un proceso y el cuestionamiento de un
mito capitalista y neoliberal, el del juego sucio y el “todos contra todos”,
el de que es mejor que cada uno vaya a lo suyo y solo se atienda a los
intereses privados. Las conclusiones de la teoría de juegos –pese a care-
cer de finalidad moral– nos ofrece un resultado optimista y alentador
para una ética materialista (no moralista ni religiosa). La teoría de jue-
gos y el software libre podrían ser la punta de lanza de un nuevo mito, el
mito de compartir, el de la cooperación y la ayuda mutua. Podría anun-
ciar la saludable idea de que incluso con individuos egoístas al mando,
y en palabras del biólogo Dawkins, “los buenos chicos acaban primero”.
No obstante, hay también razones para pensar que si el enfoque
pragmático, apolítico, también llamado “cooperación egoísta”, se acaba
imponiendo, dañará a la comunidad del software libre, que podría aca-
bar siendo recuperada por el capitalismo posfordista, del mismo modo
que recupera el general intellect (la cooperación y el saber social general)
y lo pone al servicio de la extracción de beneficio privado. Otros, sin
embargo, apuestan por la coexistencia de ambas tendencias, y piensan
que mientras la postura egoísta se avenga a cooperar dentro de las
reglas del software libre no habrá nada que temer. Ese debate lo abor-
daré en el siguiente epígrafe. Dicho de otro modo, no se trata de una historia de “altruistas” y “egoístas”, de “buenos” y “malos”, que como tantos otros dilemas
morales se han mostrado inoperantes por falsos: pero hay una cuestión
política de fondo muy importante que los diferencia claramente y es la
de si el software –y, en general, el saber humano– puede o no puede ser
privatizado. Mientras para el sector pragmático esto no es relevante,
para Stallman y quienes abogan por la visión ética esto es una cuestión
central e innegociable: el software, a diferencia de los bienes materiales,
no puede ser poseído, pues puede ser disfrutado por un número inde-
terminado de personas sin que por ello haya que privar a nadie de
tenerlo a su vez. Ese es el núcleo del dilema, de la diferencia, y el que
comporta acercamientos tan dispares al software libre.
La teoría de juegos funciona a nivel estadístico y se basa en estrate-
gias inconscientes de base algorítmica (las pueden ejecutar máquinas,
genes o seres humanos): no aplica pues criterios morales o finalistas ni
trata de dar cuenta de los casos particulares, ni de las motivaciones de
cada cual para cooperar o para ser egoísta, sino que nos ofrece algo más
sutil y valioso: la comprensión de un proceso y el cuestionamiento de un
mito capitalista y neoliberal, el del juego sucio y el “todos contra todos”,
el de que es mejor que cada uno vaya a lo suyo y solo se atienda a los
intereses privados. Las conclusiones de la teoría de juegos –pese a care-
cer de finalidad moral– nos ofrece un resultado optimista y alentador
para una ética materialista (no moralista ni religiosa). La teoría de jue-
gos y el software libre podrían ser la punta de lanza de un nuevo mito, el
mito de compartir, el de la cooperación y la ayuda mutua. Podría anun-
ciar la saludable idea de que incluso con individuos egoístas al mando,
y en palabras del biólogo Dawkins, “los buenos chicos acaban primero”.
No obstante, hay también razones para pensar que si el enfoque
pragmático, apolítico, también llamado “cooperación egoísta”, se acaba
imponiendo, dañará a la comunidad del software libre, que podría aca-
bar siendo recuperada por el capitalismo posfordista, del mismo modo
que recupera el general intellect (la cooperación y el saber social general)
y lo pone al servicio de la extracción de beneficio privado. Otros, sin
embargo, apuestan por la coexistencia de ambas tendencias, y piensan
que mientras la postura egoísta se avenga a cooperar dentro de las
reglas del software libre no habrá nada que temer. [...]