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Cooperación sin mando: una introducción al software libre
Actualmente y gracias al proyecto en torno al kernel Linux, el prin-cipal modelo de desarrollo del software libre es el “modelo bazar”. Fuedescrito por Eric S. Raymond en su ya clásico La catedral y el bazar(1997) y sin duda constituye una aportación singular en este capitalismode fin de siglo. Raymond contrapone el modelo bazar a un modelo deproducción de software al que denominó “modelo catedral”, basadoen la necesidad de un arquitecto al mando de un staff rígidamenteestructurado y jerarquizado y el estricto control de errores previo a lapublicación. A juicio de Raymond, el modelo catedral no sólo corres-ponde a la industria del software propietario, sino a algunos de losgrandes desarrollos libres que ha avalado la FSF (Free Software Fundation).Según Raymond, el modelo bazar de programación se resume entres máximas: 1) liberar rápido y a menudo; 2) distribuir responsabili-dades y tareas todo lo posible, y 3) ser abierto hasta la promiscuidadpara estimular al máximo la cooperación. Incluso cumpliendo esasmáximas, no siempre es posible el modelo bazar: sólo puede darse enun entorno de libertad, cooperación, comunidad y disponiendo delcódigo abierto. El bazar encuentra dificultad para producir cooperacióncuando se empiezan proyectos desde cero o cuando se ensaya en gruposreducidos demasiado heterogéneos o con mucho desnivel de conocimientos[...]
A juicio de Raymond, el modelo bazar es mucho más eficaz y pro-duce un software de mayor calidad con menor gasto de recursos, lo quepor sí solo ya justificaría la aplicación masiva del modelo en la industriadel software. Sin dejar de reconocer esto, la gente que sigue los postula-dos de la FSF, insiste en que la calidad del código libre ha sido un ele-mento “extra” y no es la razón de ser del software libre, ya que másimportante que la potencia y la fiabilidad técnica es la libertad, el biensocial y la comunidad autogestionada de usuarios y desarrolladores aque da lugar, sin precedentes en ningún otro ámbito, que por primeravez lleva la iniciativa y el total control tecnológico sobre lo que usa.En todo caso, con bazar o sin él y más allá de su demostrado éxitoa nivel organizativo y técnico, el software libre desafía la lógica intere-sada y mercantilista que parecía definitivamente asentada en lo social.
Alguien podría objetar que los procesos de cooperación no son unanovedad en el capitalismo avanzado y que de hecho son parte impres-cindible del modelo de organización posfordista. Pero este últimoprecisa cooperación sujetada, orientada únicamente a la extracción debeneficio, en ningún caso autodeterminada. La novedad que introduceel software libre es que pone en funcionamiento un modelo de coopera-ción sin mando. No hay intereses empresariales directos, es generalintellect puro, ingobernable y libre del mando. Es más, la ausencia demando, de control corporativo o jerárquico, parece condición sine quanon: allí donde reaparece el mando –sea en forma de interés propieta-rio, sea en su variante autoritaria–, el modelo se marchita, se agosta yacaba por desaparecer. Como el pájaro bobo (el pingüino), sólo puedevivir en libertad. Nadie da órdenes, nadie acepta órdenes. Y sin embar-go, la gente se coordina, se organiza, hay gurús, “líderes”, gente quedirige proyectos: pero es autoridad conferida, no es mando. Funcionauna especie de “economía del regalo”, en la cual se es más apreciadocuanto más se aporta a la comunidad. Nadie puede exigir, no hay garan-tía, no hay dinero como estímulo para el trabajo, aunque haya genteque cobre por su trabajo o gane dinero mediante Linux, pues ningunaobjeción hay en la comunidad para que los hackers puedan ser remu-nerados por su trabajo. Todo este “bazar” caótico de listas y grupos dis-persos de voluntarios por Internet produce el mejor software, complejí-simo software cuyo desarrollo no está al alcance ni de la empresa máspoderosa del planeta. Porque la comunidad del software libre es ya laempresa de software más poderosa del planeta.
La teoría de juegos¿Cómo es esto posible? ¿Por qué ganan las estrategias altruistas alas egoístas en el software libre? ¿Por qué la gente no trata simplemen-te de extraer el máximo beneficio económico como enseña el capitalis-mo? ¿Por qué los pragmáticos no se limitan a tratar de aprovecharse yen la práctica cooperan como el que más (aunque ideológicamente no loreconozcan)?Desde la propia comunidad del software libre ha habido intentos deexplicar estos fenómenos a través de la teoría de los juegos.18 Y cierta-mente, el clásico dilema entre “bien colectivo” versus “actitud egoísta”es superado por un axioma que recuerda vagamente al “dilema del pri-sionero” de la teoría de juegos: la cooperación es preferible tambiéndesde una perspectiva egoísta. Y, al igual que sucede en el dilema delprisionero, esto no siempre es evidente de primeras. Inventado hacemedio siglo por especialistas de la teoría de juegos, el “dilema del pri-sionero” se utilizó para estudiar el concepto de elección racional y parailustrar el conflicto existente entre beneficio individual y bien colecti-
En la teoría de juegos tradicional, la estrategia ganadora es la lla-mada Tit for Tat (“donde las dan las toman”): “sólo coopero si el otrocoopera”. Es también la más simple, se comienza cooperando en la pri-mera jugada y después simplemente se copia el movimiento previo delotro jugador. Los teóricos de juegos consideran que Tit for Tat reúne dosrasgos que identifican a las estrategias ganadoras y que juntas la hacenganar en todas las pruebas realizadas por ordenador contra estrategiasmucho más sofisticadas y mas “sucias” (egoísmo no cooperativo): esamable y es clemente. Una estrategia amable es aquella que nunca es la pri-mera en ser egoísta. Una estrategia clemente es la que puede vengarsepero tiene mala memoria, es decir, tiende a pasar por alto antiguas ofen-sas (se venga inmediatamente de un traidor o egoísta, pero despuésolvida lo pasado). No se olvide que es amable en sentido técnico, nomoral, pues no perdona en absoluto. Tit for Tat tampoco es “envidiosa”,que en la terminología de Robert Axelrod significa que no desean másrecompensa que los demás y se siente feliz si el otro tiene el mismo pre-mio que uno mismo (de hecho Tit for Tat, nunca gana un juego, comomáximo empata con su oponente): en el software libre significa desearque todos tengan las mismas libertades de que dispone uno mismo. Quelo más eficaz sea ser amable y clemente parecía desafiar todo sentidocomún y constituyó toda una sorpresa para los matemáticos, psicólo-gos, economistas y biólogos que han estudiado a fondo las diversasestrategias de la teoría de juegos. Esta conclusión, que abrió unanueva dirección de análisis, se ha confirmado una vez tras otra en losestudios y torneos organizados[...]
De acuerdo a la teoría de juegos, los individuos del Tit for Tat, coo-perando entre sí en acogedores y pequeños enclaves locales, puedenprosperar hasta pasar de pequeñas agregaciones locales a grandes agre-gaciones locales. Estas agregaciones pueden crecer tanto que se extien-dan a otras áreas hasta entonces dominadas, numéricamente, por indi-viduos egoístas que juegan al “Voy a lo mío”. A su vez, la cooperaciónes un fenómeno que produce realimentación positiva: nadie que disfru-te de los beneficios del software libre puede dejar de promover su uso.Por eso la comunidad conserva cierto tono proselitista, además de poruna percepción más o menos generalizada de que la potencia y el futu-ro del modelo depende muy directamente de que haya mucha genteparticipando activamente en su desarrollo.Sin embargo, el modelo Tit for Tat no caracteriza totalmente alsoftware libre, al menos no de una manera canónica. Por un lado, eslibre incluso para quienes no cooperan (esto le da valor ético, pero lealeja del Tit for Tat). Por otro lado, aunque el copyleft permite que cual-quiera se beneficie, no permite que nadie se lo apropie o que se use paracrear software propietario (esto le da valor pragmático y le aproxima alTit for Tat). La estrategia del software libre es “amable” y “clemente” ala vez, pero –a diferencia del Tit for Tat– es capaz de asumir en su senoestrategias egoístas sin necesidad de expulsarlas o vengarse de ellas(salvo quizá en casos en que se percibe un verdadero peligro, como quealguna empresa poderosa adoptase posiciones descaradamente egoístasno cooperativas, por ejemplo vulnerando la GPL).
Junto a este planteamiento coexiste un acercamiento ético o altruis-ta. Conviene no confundirlo con un altruismo de base moral, religiosa ometafísica, sino de una ética materialista que considera la libertad y lacooperación social el mejor modo de defender algo que es bueno paratodos y que encuentra otros estímulos diferentes al beneficio económi-co. Dicho de otro modo, no se trata de una historia de “altruistas” y“egoístas”, de “buenos” y “malos”, que como tantos otros dilemasmorales se han mostrado inoperantes por falsos: pero hay una cuestiónpolítica de fondo muy importante que los diferencia claramente y es lade si el software –y, en general, el saber humano– puede o no puede serprivatizado. Mientras para el sector pragmático esto no es relevante,para Stallman y quienes abogan por la visión ética esto es una cuestióncentral e innegociable: el software, a diferencia de los bienes materiales,no puede ser poseído, pues puede ser disfrutado por un número inde-terminado de personas sin que por ello haya que privar a nadie detenerlo a su vez. Ese es el núcleo del dilema, de la diferencia, y el quecomporta acercamientos tan dispares al software libre.La teoría de juegos funciona a nivel estadístico y se basa en estrate-gias inconscientes de base algorítmica (las pueden ejecutar máquinas,genes o seres humanos): no aplica pues criterios morales o finalistas nitrata de dar cuenta de los casos particulares, ni de las motivaciones decada cual para cooperar o para ser egoísta, sino que nos ofrece algo mássutil y valioso: la comprensión de un proceso y el cuestionamiento de unmito capitalista y neoliberal, el del juego sucio y el “todos contra todos”,el de que es mejor que cada uno vaya a lo suyo y solo se atienda a losintereses privados. Las conclusiones de la teoría de juegos –pese a care-cer de finalidad moral– nos ofrece un resultado optimista y alentadorpara una ética materialista (no moralista ni religiosa). La teoría de jue-gos y el software libre podrían ser la punta de lanza de un nuevo mito, elmito de compartir, el de la cooperación y la ayuda mutua. Podría anun-ciar la saludable idea de que incluso con individuos egoístas al mando,y en palabras del biólogo Dawkins, “los buenos chicos acaban primero”.No obstante, hay también razones para pensar que si el enfoquepragmático, apolítico, también llamado “cooperación egoísta”, se acabaimponiendo, dañará a la comunidad del software libre, que podría aca-bar siendo recuperada por el capitalismo posfordista, del mismo modoque recupera el general intellect (la cooperación y el saber social general)y lo pone al servicio de la extracción de beneficio privado. Otros, sinembargo, apuestan por la coexistencia de ambas tendencias, y piensanque mientras la postura egoísta se avenga a cooperar dentro de lasreglas del software libre no habrá nada que temer. Ese debate lo abor-daré en el siguiente epígrafe. Dicho de otro modo, no se trata de una historia de “altruistas” y “egoístas”, de “buenos” y “malos”, que como tantos otros dilemasmorales se han mostrado inoperantes por falsos: pero hay una cuestiónpolítica de fondo muy importante que los diferencia claramente y es lade si el software –y, en general, el saber humano– puede o no puede serprivatizado. Mientras para el sector pragmático esto no es relevante,para Stallman y quienes abogan por la visión ética esto es una cuestióncentral e innegociable: el software, a diferencia de los bienes materiales,no puede ser poseído, pues puede ser disfrutado por un número inde-terminado de personas sin que por ello haya que privar a nadie detenerlo a su vez. Ese es el núcleo del dilema, de la diferencia, y el quecomporta acercamientos tan dispares al software libre.La teoría de juegos funciona a nivel estadístico y se basa en estrate-gias inconscientes de base algorítmica (las pueden ejecutar máquinas,genes o seres humanos): no aplica pues criterios morales o finalistas nitrata de dar cuenta de los casos particulares, ni de las motivaciones decada cual para cooperar o para ser egoísta, sino que nos ofrece algo mássutil y valioso: la comprensión de un proceso y el cuestionamiento de unmito capitalista y neoliberal, el del juego sucio y el “todos contra todos”,el de que es mejor que cada uno vaya a lo suyo y solo se atienda a losintereses privados. Las conclusiones de la teoría de juegos –pese a care-cer de finalidad moral– nos ofrece un resultado optimista y alentadorpara una ética materialista (no moralista ni religiosa). La teoría de jue-gos y el software libre podrían ser la punta de lanza de un nuevo mito, elmito de compartir, el de la cooperación y la ayuda mutua. Podría anun-ciar la saludable idea de que incluso con individuos egoístas al mando,y en palabras del biólogo Dawkins, “los buenos chicos acaban primero”.No obstante, hay también razones para pensar que si el enfoquepragmático, apolítico, también llamado “cooperación egoísta”, se acabaimponiendo, dañará a la comunidad del software libre, que podría aca-bar siendo recuperada por el capitalismo posfordista, del mismo modoque recupera el general intellect (la cooperación y el saber social general)y lo pone al servicio de la extracción de beneficio privado. Otros, sinembargo, apuestan por la coexistencia de ambas tendencias, y piensanque mientras la postura egoísta se avenga a cooperar dentro de lasreglas del software libre no habrá nada que temer. [...]
El texto de la catedral y el bazar entero:
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